Los tentáculos de la cebolla mutante

Ayer encontré una cebolla mutante en la despensa de la cocina. Parecía una cebolla normal, de ésas que uno corta en pedacitos y fríe en la sartén con aceite de oliva. Sin embargo, vaya a saber por qué misterioso motivo (rayos gamma, sin dudas; Hulk lo sabe muy bien), a la cebolla le habían crecido tentáculos. Como Kang y Kodos, los extraterrestres de Los Simpson, pero con cabeza de cebolla.

Ya que menciono a Los Simpson, en un capítulo Homero habla con el señor Burns acerca de cierto millonario “popular y amado”. Ese millonario donó dos pandas machos al zoológico y logró que se aparearan entre sí. Homero suspira.

―¿Y algo así impresiona al pueblo? ―pregunta el señor Burns.

―Oh, sí ―responde Homero―. Y yo no me impresiono fácilmente… ¡Mire, un auto azul!

Simpatizo con esta actitud de Homero. Pienso en algo que el crítico Greil Marcus escribió en 1981 acerca de las canciones de Marlene Marder, la chica que tocaba la guitarra en LiLiPUT, un grupo suizo de post-punk que estuvo activo entre 1978 y 1983: “Las canciones de LiLiPUT son sobre mujeres y la posibilidad de tocar música y putear. Pero también son sobre la sobriedad de la voz que expresa estas cosas. La voz dice: miren, esto es la vida común y corriente, y vos no creías que valiera la pena cantar sobre ella; no es sexy, es lo que transitás todos los días. Pero la voz empuja con tanta fuerza, con un sentido tan intenso de desconcierto, miedo, confusión y furia, que lo cotidiano se vuelve interesantísimo”.

Homero expresaba lo mismo (¡un auto azul!), es decir, la idea de que las cosas que tienen que interesarte quizás no te interesen, y que aquellas que deberías dar por sentadas, aquellas a las que ni siquiera deberías prestarles atención porque están ahogadas de cotidianeidad, podrían encerrar montones de aventuras y giros epistemológicos. Los situacionistas de Guy Debord lo describieron de una forma mucho más bella que Marcus y que Homero; dijeron: un día doblaremos en la esquina equivocada y encontraremos un castillo encantado.

Como nunca había visto una cebolla con tentáculos (puede que los tentáculos fueran en realidad los tallos, pero prefiero pensar que eran tentáculos), llamé a una amiga bióloga que protesta cada vez que la llamo para contarle estos interesantes descubrimientos científicos. Su área de experticia es la genética, no las cebollas. Dice que es como cuando alguien me llama emocionado para avisarme que descubrieron un nuevo dinosaurio y otra vez tengo que explicar de qué se trata la antropología. Hablamos de rayos gamma, de que Kang y Kodos son verdes como Hulk, del “Especial de Noche de Brujas” en el que a Maggie le crecen tentáculos como a mi cebolla. Después hablamos sobre variabilidad genética, porque mi amiga bióloga se emociona tanto como Homero frente a un automóvil azul cuando habla sobre variabilidad genética. Le entusiasma la cantidad de riesgos que las especies de reproducción sexual corren durante la meiosis para que exista la variabilidad, que es la materia prima de la selección natural a lo largo del proceso evolutivo. La reproducción de las cebollas es menos divertida. Para mí y para mi amiga bióloga, al menos. Pero podría entender a cualquiera que se impresione con la reproducción de las cebollas. A mí me interesan más cuando tienen tentáculos y aparecen de sorpresa en la despensa. Ojalá alguien escribiera una canción punk sobre eso.

Marcelo Pisarro Written by: